En la vereda Córdoba alto del municipio de Chiquinquirá (Boyacá), donde el aire es puro y el cielo parece más cercano, Don Omar decidió comenzar una nueva etapa en su vida. Cansado del bullicio de la ciudad y en busca de un propósito más profundo, encontró en la tierra una oportunidad para contribuir al bienestar del planeta y de las personas.
Don Omar había escuchado sobre los beneficios de la uchuva, una fruta dorada que no solo deleita el paladar, sino que también es rica en nutrientes. Inspirado por su potencial, decidió rentar una finca en las afueras de la ciudad. Pero no se trataba solo de cultivar; Don Omar quería hacerlo bien, siguiendo buenas prácticas agrícolas que respetaran la tierra y promovieran la sostenibilidad.
Con dedicación y esmero, Don Omar investigó sobre técnicas de cultivo orgánico, compostaje y manejo de plagas de manera natural. Se comprometió a no usar pesticidas ni fertilizantes químicos, confiando en métodos tradicionales y en la biodiversidad para mantener sus cultivos saludables. Su objetivo era claro: ofrecer un producto 100% natural que cuidara tanto al consumidor como al entorno.
A medida que las primeras flores de uchuva comenzaron a brotar, Don Omar sintió una profunda conexión con la tierra. Cada planta era un testimonio de su esfuerzo y de su visión de un mundo más sostenible. Sabía que su trabajo no solo contribuía a la salud del planeta, sino que también ofrecía a las personas una opción más saludable y consciente.
La finca de Don Omar es un modelo para seguir. Él ha demostrado que el deseo de hacer las cosas bien puede tener un impacto significativo. Su historia es un recordatorio de que cada decisión cuenta y que, al cuidar de nuestra tierra, cuidamos de nosotros mismos y de las generaciones futuras.
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